Es destriparse el cuerpo, el realismo visceral, o debería serlo, pero casi nunca lo es; es poner el cuerpo. Es hacer girar la obra sobre un terreno de piedras que vienen directamente de la producción sin fin del mundo sin fin, y que las piedras marquen la obra, que es el cuerpo. Que el mundo nos destripe, es decir que nos escriba, y que lo único que nosotros podamos decir del mundo esté grabado, igual que una huella digital, en un pedazo de montaña que pisamos al paso y que transformamos sin querer.
El realismo visceral es avanzar como quien crea mientras destruye, y también lo contrario.
Un agenciamiento transitorio de hombres y mujeres y poetas y monstruos, que en la mayoría de los casos es lo mismo, que como en las grandes obras del arte vanguardista se reúnen, pero solo un momento, y ese es el acontecimiento. El destello y la extinción es el real visceralismo, lo que estalla sin siquiera arder, o exactamente al revés, lo que arde sin principio ni fin. Está en su portador, el vicerrealismo, y en las cosas que dice (pero sobre todo en las que cree que dice), y en las historias que narra, y en su forma de viajar (porque siempre viaja, el real visceralista), pero más que nada en su impostura, y más que eso el realismo visceral -el verdadero realismo visceral- está en alguna arista de lo que se busca, en lo que se oculta en los tesoros que cazamos, en lo que destila la mierda que nos llama, en las tripas que nuestro cuerpo va dejando en el camino como migajas con las que otros seguirán el rastro. Y qué importa lo que haya dicho Bolaño al respecto, el impostor de Roberto Bolaño. Real visceralistas son los que van y vuelven para después contarlo, o para no contarlo jamás. El real visceralista escribe el único gran texto al costado del camino, o montado en el camino, o al final del camino, y ese texto casi nunca puede leerse, porque casi nunca se encuentra, pero si se encuentra, si alguna vez se encuentra, no habrá dudas: el único real visceralismo está ahí, en el único texto.
*Manuel Parra nació en Buenos Aires en los años 90.
Es escritor y periodista. Su primera novela es «La frontera psíquica».
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